sábado, 1 de septiembre de 2012

Yo sí creo en la Luna Azul




Segunda luna llena de agosto 2012, Cincinnati, EEUU. Foto: EFE


“(…) Cree, cree en mí, cree
Que la vida puede cambiar, que no estás atorado en vano,
No somos los mismos, somos diferentes esta noche
Esta noche, tan brillante
Esta noche (…)”
The Smashing Pumpkins,
“Tonight, tonight”, 1995



Cree, cree en mí, cree en ti. Así parecía cantar la luna llena anoche, cuando se atrevió a desfilar en el firmamento dos veces en un mismo mes.

Luna Azul llaman a ese fenómeno. Debido a su ciclo de 29 días, el satélite mostró su cara redonda el 2 y el 31 de agosto. La próxima sesión de este evento, al que algunos asocian con Luna Traidora, por derivaciones y mezclas lingüísticas de "belewe mone”, "blue moon” y "betray moon", estará en escena en julio de 2015. O al menos eso dicen los astrónomos.

Y aunque el satélite no se tiñó de índigo, la peculiaridad del evento fue el gancho en que colgué mis ojos el último día de agosto. Siempre hay una excusa para contemplar a la Luna. Y más todavía cuando esta misma semana, el primer hombre que posó su huella sobre ella, el astronauta Neil Armstrong, dejó este mundo y marcó su paso a otra dimensión.

¡Qué atrevida es Selene! Recoge en su rostro la atención del mundo; recibe avalanchas de miradas. Las esquivas, las penetrantes y las juguetonas… las tuyas, las mías y las de la Tierra. Son miles de intenciones que convergen en ella, y que no son más que los deseos que nos habitan… deseos dormidos que saltan con el plenilunio.

Anoche, cuando la miré, vi su tránsito cambiante. Tiene la magia para renacer en ciclos, para ser tan idéntica y tan disímil a la vez. Inspiración fuera de nuestro planeta, que nace de nuestro planeta interno…

Anoche vi también mi tránsito. Saltaron movimientos vertiginosos, espacios estancados, vuelos de avance. De mis ciclos lunares, emergieron luces muy vívidas, medios tonos inoportunos y penumbras enraizadas. Pero ese no era el momento de escudriñarme, sino de sentir… y fluir. Solo eso.

Y entonces, de golpe, mi mente se inundó de las imágenes de la canción “Tonight, tonight”, de la banda The Smashing Pumpkins. En mi cabeza esa historia visual es exaltación de convencimiento y magia, porque tiene la particularidad de conjugar escenas fantásticas y sublimes basadas en la película “Viaje a la luna” del genial cineasta francés George Méliès. Sueños flotando en las nubes, cohetes clavados en el ojo de Selene, seres surrealistas… ideas y gente fluyendo. Solo eso.

Y sí, para fluir hay que confiar. En ti, en los demás; en lo humano y lo divino… pero sobre todo, en mí. Porque, a veces, lo que necesito es inspirarme y creer en la Luna Azul y en mis propias lunas.




“(…) Believe,believe in me, believe
That life can change, that you´re not stuck in vain
We´re not the same, we´re different tonight
Tonight, so bright
Tonight (…)”
The Smashing Pumpkins, “Tonight, tonight”, 1995

sábado, 24 de septiembre de 2011

La música que a mí me gusta

Las percepciones son cosa seria. A borbotones, esa tarde, comprendí una vez más que cada quien se asoma a la vida según la música que toca su corazón... o, en algunos casos, el ritmo que le imponen los intereses de su modus vivendi.

No hay nada malo en ello. Las parcialidades y el colocarse en una u otra orilla son tan antiguos como el hombre mismo. En la religión católica, ya veíamos como Adán, luego de morder la manzana que Eva puso en sus manos, fue fustigado por el propio Dios. Y cada uno de ellos tomó partido por algo en lo que creía, bien para defenderse, excusarse o, incluso, atacar.

Esa tarde, a mí me tocó abordar percepciones y proteger mi parcialidad. ¿Salí bien librada de ello? Quizás no, porque tuve que consentir en algunos puntos para no levantar más olas. Duro debate en mí.

Pero lo que ahora marca mi senda no es lo que sucedió en ese instante... al final, ese episodio quedó detenido en el pasado. O al menos eso es lo que quiero creer. Mis pasos se desplazan hacia cómo darle vuelta a la tuerca, afinar instrumentos nuevos y construir melodías valiosas.

La realidad te golpea duro, pero está en nosotros seguir atascados en ella o reenfocarnos en quienes somos, en nuestra esencia para arañar sueños y metas, fuerte, muy fuerte... y me decidí por esto último. Es un ejercicio de autoconvencimiento, reconozco. Un gran ejercicio para seguir tocando la música que a mí me gusta.




sábado, 11 de junio de 2011

El Avila un sábado en la tarde

La montaña El Avila abraza plácidamente a Caracas. Refleja el ánimo citadino, nos protege de las furias y, a la vez, nos riega de sorpresas todos los días, como lo hizo la tarde de un sábado generoso. Venía feliz de la universidad y los restos de insomnio de la noche anterior fueron desvanecidos de inmediato por la nitidez aterciopelada del Cerro. ¡Buen ánimo para la vista y el alma!




Fotografía: Gloria Calderón, 11 de junio de 2011

domingo, 27 de febrero de 2011

La Gran Sabana, remanso divino

Encuentro divino, regocijo de paz, plenitud de vigor.
Miles de sensaciones desplegadas en un lienzo multi verde fue lo que encontré cuando, en agosto de 2008, salí de vacaciones a La Gran Sabana. Descubrí la magnificencia de lo sencillo y la maestría de El Creador... Inefable, mi cuerpo se tragó las palabras y éstas se deslizaron por los ríos de mi sangre, por las sendas de mi mente y por los atajos de mi corazón. Acá algunas de las pinceladas que mi cámara captó; las imágenes perduraron en los píxeles y, más delicioso aún, en mi memoria.





Salto Kama Merú. Increíble que, a pocos metros de la carretera principal, esta caída de agua sea el tesoro que se topan los viajeros.












La Quebrada de Jaspe quiebra los ojos. Una falda de piedra semi preciosa alberga las aguas. Briosas, cadentes, se funden con ese rojo peculiar.









En la entrada de la Quebrada de Jaspe, estas mujeres indígenas venden artesanía en una churuata. Se les nota la sapiencia, les brota ingenuidad, inspiran frescura y un puñado de historias.



Salto Aponwao. Se me olvidó que estaba inerte, porque me sentí más viva que nunca cuando la energía de esas aguas me rompió. Recordé que el poder y la gratitud vienen de adentro... salpicados por el rocío bravío, por el sonido estruendoso. Allí me abracé con Dios.






Los tepuyes Wadaca, Yuruani y Kukenán, guardianes de sueños, testigos milenarios.




Torón Tepuy desde la carretera rumbo a Santa Elena de Uairén. ¿Dónde se puede admirar la belleza del cielo que entra en éxtasis con las nubes? En ese lugar insospechado, firmamento menguado y algodón de colores bailaron al atardecer.








La luna, coqueta centinela del Tepuy Yuruani.






Torre Solar de Alejandro Otero en el patio de la Represa del Guri, una muestra perfecta de la mano del hombre en armonía con la energía natural.



 Salto La llovizna, enclavado en Ciudad Guayana, estado Bolívar. Agua, senderos, vegetación... todo convive en equlibrio. Nos montamos en el trencito y así apreciamos toda esa maravilla, para luego detenernos a admirar a este salto. Una buena despedida de ese remanso divino que encontré en La Gran Sabana.





Fotos: Gloria Calderón, agosto de 2008

domingo, 30 de enero de 2011

Diálogo de sentimientos

Death knocking at the door--again.photo © 2007 Lisa | more info (via: Wylio)- (Toc Toc) ¿Alguién allí ya está de visita? Quiero entrar -toca la Alegría con euforia en sus dedos.
- No hay nadie, no hay espacio -dice la Tristeza vestida de sorpresa.
- Pero ¿cómo?, si me estás respondiendo -replica la primera.
- No soy un huésped, ya vivo aquí -susurra la Tristeza y apaga la luz.

- El espacio se hace pequeño -murmuró la Tristeza.
- ¿Pequeño?, pero si caben 100 amaneceres -dijo con asombro el Pensamiento.
- No lo creo. Hace tiempo que la penumbra instaló sus maletas -silenció el Pesar.
- Entonces... ¿por qué la Alegría quería entrar? -preguntó la Tristeza con sus dientes rotos.

- No sé qué intenciones destila la Alegría -aseveró cautelosa la Tristeza.
- Yo tampoco. Se me olvidó a qué sabe ese néctar que liba -secundó el Pesar.
- ¿Y si ocultamos la entrada con temores y confusión? -preguntó la primera.
- Sí, así le ponemos una venda distractora en sus ojos y no podrá llegar -dijeron ambos al unísono.

Escrito un día de diciembre 2010 que ahora no recuerdo.

lunes, 24 de enero de 2011

Los cielos de Caracas


El cielo de enero en Caracas es un regalo divino. Es un cielo que se transforma en muchos: azules múltiples, intensos, frescos y vibrantes... de esos tonos se viste la ciudad.

Al despuntar el día, la polis comienza a teñirse de un celeste puro como aquel que siempre se extinguía rápido de la caja Prismacolor que, cuando pequeña, me compraba mi papá. Y así, horas de por medio, el azul avanza fijo, salpicado por alguna nube traviesa. Vívido, va regalando fuerza y coquetea incesante con El Avila, esa montaña silente que protege sueños y temores de nosotros los caraqueños.

Y con el ocaso, la danza entra. Azules y naranjas, violetas e índigos se toman de las manos y revolotean en el atardecer. Apartar la vista de esa pintura es casi imposible, porque es una brisa fresca e impetuosa, porque es una válvula para que el espíritu se regocije y se prepare para el descanso. Esa imagen transformadora fue la que esa tarde rozó mis ojos, desde mi balcón y con la mirada clavada en la pista de La Carlota.

¿Qué dádiva más vigorizante podría darnos el primer mes del año? Me alegra que todavía nos cubra ese azul, el siempre vivo azul de los cielos de Caracas.

Fotografía: Gloria Calderón, 23 de enero de 2011

lunes, 10 de enero de 2011

En construcción

250/365 - Bricksphoto © 2010 Kenny Louie | more info (via: Wylio)

Esa es la frase que suele acompañar el inicio de una página justo cuando está en su génesis.
Hoy me toca el turno, así que me dispongo a construir historias... las mías, las de muchos.