domingo, 27 de febrero de 2011

La Gran Sabana, remanso divino

Encuentro divino, regocijo de paz, plenitud de vigor.
Miles de sensaciones desplegadas en un lienzo multi verde fue lo que encontré cuando, en agosto de 2008, salí de vacaciones a La Gran Sabana. Descubrí la magnificencia de lo sencillo y la maestría de El Creador... Inefable, mi cuerpo se tragó las palabras y éstas se deslizaron por los ríos de mi sangre, por las sendas de mi mente y por los atajos de mi corazón. Acá algunas de las pinceladas que mi cámara captó; las imágenes perduraron en los píxeles y, más delicioso aún, en mi memoria.





Salto Kama Merú. Increíble que, a pocos metros de la carretera principal, esta caída de agua sea el tesoro que se topan los viajeros.












La Quebrada de Jaspe quiebra los ojos. Una falda de piedra semi preciosa alberga las aguas. Briosas, cadentes, se funden con ese rojo peculiar.









En la entrada de la Quebrada de Jaspe, estas mujeres indígenas venden artesanía en una churuata. Se les nota la sapiencia, les brota ingenuidad, inspiran frescura y un puñado de historias.



Salto Aponwao. Se me olvidó que estaba inerte, porque me sentí más viva que nunca cuando la energía de esas aguas me rompió. Recordé que el poder y la gratitud vienen de adentro... salpicados por el rocío bravío, por el sonido estruendoso. Allí me abracé con Dios.






Los tepuyes Wadaca, Yuruani y Kukenán, guardianes de sueños, testigos milenarios.




Torón Tepuy desde la carretera rumbo a Santa Elena de Uairén. ¿Dónde se puede admirar la belleza del cielo que entra en éxtasis con las nubes? En ese lugar insospechado, firmamento menguado y algodón de colores bailaron al atardecer.








La luna, coqueta centinela del Tepuy Yuruani.






Torre Solar de Alejandro Otero en el patio de la Represa del Guri, una muestra perfecta de la mano del hombre en armonía con la energía natural.



 Salto La llovizna, enclavado en Ciudad Guayana, estado Bolívar. Agua, senderos, vegetación... todo convive en equlibrio. Nos montamos en el trencito y así apreciamos toda esa maravilla, para luego detenernos a admirar a este salto. Una buena despedida de ese remanso divino que encontré en La Gran Sabana.





Fotos: Gloria Calderón, agosto de 2008